Nos alejamos de la Selva Negra para hacer parte de la ruta romántica, vamos, la de los castillos. La Selva Negra nos había encantado, pero los paisajes de esta zona, con los Alpes a tocar de las manos, nos dejaron sin palabras.
Una de las primeras vistas de los castillos fue esta. Desde la carretera, con prisas porque nos habían dicho que era complicado tener entrada para el mismo día, y casi sin pararnos, hice la instantánea.
Lo primero que hicimos fue ir a la taquilla. Había una cola enorme y un cartel que decía que no había entradas para antes de las 16h. Daba igual! El caso era entrar. Después de más de una hora haciendo cola, conseguimos las entradas, con la suerte de que el castillo Hohenschwangau no lo visita tanta gente (o son visitas más rápidas) y entrábamos como a las 13h.
Con la audio guía en las orejas, entramos al castillo y fuimos descubriendo parte de la historia. Es un castillo totalmente remodelado porque Luis II era un romántico empedernido. Le chiflaba la edad media, y decoró todo en ese estilo. La verdad es que cuando nos enseñaron su habitación, por lo bajini le dije a Alberto que yo no dormiría ahí ni loca. Era muy oscura, tanto los cortinajes como las maderas del mobiliario. La cama tallada hasta el último rincón... Muy tétrico! Eso, si, se hizo montar un ascensor para no tener que subir las escaleras. Y siguiendo con su vena romántica. Quiso que en su jardín le montaran una fuente lo más parecida posible a la de la Alhambra. Yo creo que el efecto lo consiguieron...
A Luís II se le conoce como el rey loco. Y es que además de su amor por el romanticismo estaba obsesionado con varias cosas más. El rey Sol era uno de sus preferidos, Versalles lo traía loco y su pasión por hacer palacios/ castillos era sumamente desmesurada. Cuando pasaba las vacaciones de su infancia en Hohenschwangau tomó la decisión de hacerse un castillo a su imagen y semejanza. Sumamente romántico. En un enclave con vistas inmejorables. Y no lejos de allí, porque le encantaba esa zona.
Al final se decidió por una colina a pocos kilómetros de Hohenschwangau, plantó un telescopio en una de las habitaciones y desde allí contemplaba como iban avanzando las obras en su maravillosa morada, Neuschwanstein.
Neuschwanstein parece salido de un cuento. Si desde lejos es bonito, cuando entras en el patio aun te sorprende más.
Tengo que explicaros, que ahora que ha pasado casi un mes, voy apreciando más Neuschwanstein. Y si, ya os he dicho que por fuera es precioso, pero por dentro me defraudó. Y os tengo que explicar el porque. Cuando entramos nos dieron la audioguía, una especie de walki talkie que la guía iba activando conforme entrábamos en las salas. Nos dimos cuenta de que nos había tocado con un grupo de españoles, que llevaban una guía particular. Y claro, aprovechas la situación y plantas la oreja para ver si te enteras de algo más. En las escaleras de entrada se puso a explicarles que Luís II sólo vio finalizado el palacio de Linderhof. Que todos los demás que empezó quedaron si terminar, entre ellos, el que estábamos. Ya sabéis la típica frase: Buf! pues esto será como la Sagrada Familia. Y entonces oigo que la instruída, formada y capacitada guía contesta: -Sí! Más o menos! Sólo que la Sagrada Familia se queda en nada al lado de esto. Esto es mil veces más bonito.
Queeeeeeeeeeeeeeeeeé????? Me giro a Alberto y ya me estaba mirando con cara de pero-qué-dice-esta-pava-? Y yo no pude. Tuve que decir algo aunque ella no me oyó. Está no sabe lo que dice. Habrá estado ella en la Sagrada Familia? Cómo se le ocurre comparar un castillo con una basílica? Pero esta señora es guía?
Sólo deciros que los dos que llevábamos delante se giraron y se partían de la risa de mi indignación.
Evidentemente, no fui imparcial con el castillo de marras. Y si, por dentro es bonito, pero como dije cuando pasábamos al lado de la guía cuando nos íbamos, no se puede comparar con la Sagrada Familia. Ni con nada que se me ocurra. Hay que tener en cuenta que lo único que hacía este señor era copiar un estilo de varios siglos atrás. Para mi no tiene ningún mérito.
Eso sí, hay que reconocer que le gustaba el lujo y la comodidad. Si en un castillo se hizo poner un ascensor, en el otro las ventanas eran totalmente herméticas, incluso se hizo hacer una mesa que subiera y bajara de su comedor a las cocinas y viceversa para que los criados no le molestaran.
En resumidas cuentas, el castillo por fuera es espectacular. Por dentro deja un poco indiferente, a no ser por admirar el lujo y las vistas que tiene desde las distintas habitaciones.
Evidentemente, en ninguno de los palacios dejaban hacer fotos, pero cuando salíamos nos dijeron que pasaríamos por la cocina. Allí no ponía nada de las fotos y alguna se escapó. Las que no me pude reprimir de hacer fueron las de los moldes que tenían expuestos, y que evidentemente fueron usados en su día.
Veis como la moda del bundt cake no es de ahora? ;-)
Fijaros en el de abajo. Es una pequeña ciudad!!!!!
Felices y contentos por haber visto los dos castillos, pero también muy cansados, nos fuimos al hotel con unas cuantas compras que hicimos en Füssen para cenar. Vimos Jurasic World desde el pen drive de Gorka y nos acostamos.
Oooooooohhhhh!!!! Todo en silencio. Gorka y Alberto dormidos. Un cencerro que se acerca y de repente, como en una de esas películas de Holiwood, a través de la claraboya, una preciosa y rápida estrella fugaz dejó su estela en el cielo estrellado. Era lo único que faltaba para acabar un día redondo!
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